Hace unos días fui invitado a participar por mis colegas de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma de Chile a exponer en un webinar titulado Cultura y COVID-19, la epidemia en el sector cultural. Les dejo aquí una relación escrita de algunas de las preguntas que se me plantearon en dicha cita.
1. Cómo ha golpeado la pandemia al sector cultural chileno?
La pandemia no es solo un gravísimo problema de salud, sino también un fenómeno cultural de enormes proporciones. Ha modificado de manera radical las formas habituales de vida, las rutinas cotidianas y las relaciones con el entorno. No estamos confinados en nuestras casas, estamos poniéndonos a salvo, juntos[1].
Y en esta cuarentena la cultura ha cobrado la máxima importancia.
La música, el cine, la TV, los conciertos, el arte, los contenidos nos han hecho la mejor de las compañías.
El sector de la cultura es hoy uno de los más afectados por la emergencia sanitaria declarada por la pandemia del COVID-19.
Las medidas de aislamiento social y las restricciones de movilidad, para evitar contagios y detener la pandemia, que adoptaron la mayoría de los países disminuyeron la posibilidad de acceso a las más diversas formas y expresiones artísticas.
El sector cultural se ve entonces seriamente afectado por este cierre temporal de sitios de patrimonio y de espacios culturales, la interrupción de la producción y la cancelación o el aplazamiento de actividades y eventos. Esta situación afecta considerablemente a los artistas, trabajadores independientes y a una industria cultural, compuesta en su gran mayoría, por micro, pequeñas y medianas empresas (PyMEs).
A pesar de que los gobiernos instrumentan acciones para mitigar este impacto, no existen hasta el momento estimaciones precisas de la magnitud de este fenómeno, ni tampoco escenarios o proyecciones que permitan diseñar políticas públicas a corto, mediano y largo plazo que apoyen la creación, producción, distribución y acceso a bienes y servicios culturales.
Muchos sectores de la cultura, comenzando inclusive por los más fuertes y extendidos industrialmente, como la música, la industria editorial y las producciones audiovisuales, han sido golpeados dramáticamente por la pandemia.
Covid19 del año 2020 será visto en el futuro como un período decisivo para las organizaciones y espacios culturales.
Con el cierre de todos los museos, teatros, bibliotecas, mercados, parques y atracciones turísticas y el movimiento de personas limitado, la crisis ha golpeado con fuerza la vida cultural y la industria del turismo. El desafío financiero se refleja en que muchos trabajadores culturales y artistas han perdido sus fuentes de ingreso, además, la cancelación de todas las actividades causa dificultades especialmente a las pequeñas y medianas empresas, que son el principal componente de estos sectores.
Esta crisis pone de nuevo en relieve lo que la Economía de la Cultura desde hace un par de décadas, se llamó la "excepcionalidad" de la cultura, que en lo básico plantea que la cultura no es un bien mercantilizable como cualquier otro, sino que tiene un valor y una especificidad que no puede obviarse. De ahí se desprende la concepción de la cultura como un "derecho humano", que debe ser protegido y provisto por el Estado.
Precisamente, eso es lo que los y las trabajadores de la cultura están promoviendo en la actualidad, participando en el debate público y en las negociaciones con las instituciones que están gestionando la crisis y diseñando –si se permite el término– la "nueva normalidad", para que se garantice ese derecho y se contemple la especificidad de la cultura y de las formas de trabajar y contribuir a la sociedad que desarrollan los trabajadores de la cultura.
El confinamiento masivo ha alterado las bases del ecosistema artístico, aunque también el nuevo escenario ha acelerado un fértil despliegue de creatividad, imaginación y capacidad de adaptación para retener el vínculo con los públicos. Los próximos dos años serán de adaptación y ajustes frente a lo que se ha dado en llamar nueva normalidad o nueva realidad.
En efecto, los espectáculos públicos fueron los primeros en salir y serán seguramente los últimos en retornar. Además de los requerimientos de seguridad (gel, mascarilla, distancia y guantes), temen la pérdida de los alivios económicos aprobados frente a la seguramente lenta reacción de las ventas.
Con respecto a Chile, el diagnóstico ya lo esbozó hace 80 días un catastro que publicó el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio (Mincap)[2]. De los 15 mil artistas y agentes culturales que respondieron la encuesta, 10 mil calificaron su situación económica como mala o muy mala, como resultado de la pandemia. El informe constató "la amplia vulnerabilidad económica de los trabajadores del sector para poder enfrentar la situación con recursos propios". Y lo hizo con cifras: el 85% no tiene contrato y el 79,4% no tiene un ingreso estable.
Y aunque el Mincap reasignó entonces $ 15 mil millones, "con el transcurso de los meses la situación se ha ido agravando y lamentablemente lo más probable es que empeore".
Lo que ha estado sucediendo en algunas organizaciones culturales europeas que han avanzado en procesos de desconfinamiento es bastante decidor. Junto a una crisis financiera hay evidencias de una crisis con las audiencias.
Los museos de Francia y España, por ejemplo, no han llegado al 30% de visitantes de su aforo (los permitidos por ley) tras el coronavirus. ¿Será por la falta de público extranjero, por el miedo a espacios cerrados del público local? ¿O que realmente no llegaban antes al público?
De las encuestas y las consultas derivan algunas conclusiones en medio de la incertidumbre y de un estado social particularmente cambiante. Quienes tienen más inclinación a volver a los espacios son quienes ya tenían un vínculo estrecho con las artes (este grupo oscila entre un 14 a 20% dependiendo de la fuente que se revise); la mayor parte de la población esperará un período de 3 a 6 meses para asistir nuevamente, y el hallazgo de una vacuna definirá el curso que tome ese flujo.
En lo inmediato, el factor determinante será la actitud previa frente a la actividad cultural. Es decir, la predisposición emocional que explica en gran medida el hábito. Habrá una primera fase de reencuentro con los grupos ya fidelizados; será una oportunidad para revisar las nociones de comunidad, involucramiento y participación en el nuevo contexto[3]. Más tarde surgirá el reto de reconectar con quienes eran públicos ocasionales hasta antes de la crisis, y a partir de allí reimaginar también las estrategias de formación y creación de nuevos públicos.
2. Qué se ha hecho para paliar los efectos de la pandemia sobre el sector cultural?
En un primer sentido la pregunta se debe asumir como el conjunto de medidas implementadas por los gobiernos para asegurar la salud pública. Ello ha incluido por ciento restricciones de movilidad (incluido el corte de flujos transfronterizos), cierre de espacios públicos (entre ellos centros educativos, teatros, cines, museos y salas de concierto, pero también bares, salones de baile, parques urbanos, parques naturales y sitios patrimoniales, arqueológicos o históricos), la cancelación de actividades "masivas" (incluidas festivales, ferias, fiestas populares y otras actividades comunitarias) y, el estímulo al trabajo remoto. Ello ha provocado, como hemos visto, que hayan dejado de operar los diversos canales de mediación/circulación artísticas y culturales, introduciendo un hiato entre los productores y sus públicos, tanto nacionales como internacionales.
Se han suspendido funciones, presentaciones y conciertos. Se han cancelado los festivales, ferias se han cerrado temporalmente los espacios de exhibición y venta de artes visuales, se han cancelado también las giras y los intercambios, nacionales e internacionales, así como las lecciones y actividades de formación artística en academias y escuelas de arte, salvo aquellas que, con muchas dificultades, se han ido "virtualizando". Asimismo, se han interrumpido los ensayos y reuniones de colectivos artísticos.
Podríamos decir que se trata de "daños colaterales" producto del celo de las autoridades, pero el sector cultural no ha sido el único perjudicado por estas medidas, como es evidente.
A pesar de esto, muchos trabajadores creativos de todos los países de la región mantienen una actitud positiva y participan proactivamente en actividades en línea para transmitir su creación en forma digital y comunicarse con el resto de la sociedad. Los gobiernos también tratan de ayudar desde el plano normativo, buscando soluciones para proporcionar un mejor acceso a la cultura y la información pública y procurando extender ayudas sociales para los artistas y los trabajadores informales del sector cultural.
Los Ministerios de Cultura han diseñado programas que ofrecen contenidos culturales a través de medios de comunicación masiva y redes sociales. Además, los ministerios han manifestado el apoyo a los grupos de profesionales de las artes y la cultura que se han visto afectados por la crisis, procurando que estas personas y sus familias tengan acceso a alimentos, medicinas y a servicios básicos como agua, luz eléctrica, aseo y servicios de internet.
En muchos países del subcontinente los Ministerio de Cultura han realizado encuestas para reunir información sobre los efectos de la pandemia en el sector cultural. Los resultados son alarmantes:
En la mayoría de nuestros países un porcentaje alto de los trabajadores de la cultura encuestados vive en estado de pobreza o pobreza extrema, lo cual los pone en una situación especial de vulnerabilidad frente a los efectos de la pandemia.
De acuerdo con este estudio, las principales preocupaciones económicas de las personas trabajadores del sector cultural y artístico son las siguientes: pérdida de ingresos derivada de cancelaciones (22%), incapacidad para cumplir con obligaciones con servicios públicos o estatales (16%), pérdida de empleo (12%) y la imposibilidad de cumplir con pagos de deuda y créditos (9%).
Estos datos han ayudado al gobierno y a los encargados de formular políticas a trazar un mapa más claro del sector en sus múltiples niveles, que en gran medida trabaja en la informalidad. El resultado ha demostrado que la actual crisis tiene repercusiones en los diversos individuos de la industria cultural, donde la mayoría son empleados jóvenes con ingresos relativamente bajos e inestables.
1. La pandemia es un problema de salud que no ha hecho cambiar nuestros hábitos, en este sentido a internet toma un rol preponderante en es de libre acceso. Cómo se adapta la creación cultural a estos cambios.
Iniciativas hay muchas. La pandemia no solo ha golpeado todos los eslabones de la cadena de valor, sino todas las expresiones culturales, desde las más pequeñas e informales hasta las más sofisticadas y estables.
Pero junto a este panorama de desdicha es muy interesante explorar la gran cantidad de realizaciones culturales que se están generando en el país en los tiempos de la pandemia.
Una primera característica de todas estas expresiones culturales emergentes es su virtualización. Ya no son los teatros, los estadios o los museos los que acogen las presentaciones musicales, las películas o las muestras de arte, sino Instagram, Google o Facebook.
La pandemia está acelerando los proyectos virtuales de las instituciones y experiencias culturales que habían comenzado hace años, como la digitalización de las bibliotecas, las visitas virtuales de los museos o las plataformas online de cine y música. En la industria de la música el liderazgo comercial lo tienen hace tiempo las estrategias de streaming, y Netflix ha sido clave para la difusión del audiovisual.
Han aparecido pódcast independientes, fotografías tomadas con celular en las casas, emisoras digitales, exposiciones virtuales, grabaciones de grandes orquestas hechas desde las casas de sus músicos.
Otra característica es la gran diversidad de las nuevas realizaciones en tiempos de pandemia: fotográficas, radiales, electrónicas, de artes visuales, museográficas, teatrales y relacionadas con la lectura. La mayoría de experiencias han sido gratuitas, lo que se opone al afán obsesivo y monetizador de la cultura, que algunos ven como un salvavidas de ilusión.
También hay seminarios web, clubes digitales de lectura, obras de teatro para pequeñas audiencias conectadas, circulación frenética de memes sobre la pandemia a través de WhatsApp, muestras de arte con realidad aumentada, bibliotecas digitales, etc.
Una característica de la creatividad en el confinamiento es la promoción de formas de participación que van más allá de lo que se conocía habitualmente como 'audiencias'.
Son producciones que generan públicos que se pueden comunicar e interactuar entre sí, como sucede con esas iniciativas para construir un espacio para sentir, imaginar y pensar a partir de testimonios sobre la situación de aislamiento, a través de imágenes, crónicas, ensayos, videos y otras formas expresivas.
Es como dicen unos colegas colombianos, un bosque maravilloso de iniciativas culturales cooperativas que, inclusive, ya tienen sus propios museos digitales[1].
"Lo que existirá en los próximos años será una necesaria convivencia entre los modos tradicionales de circulación cultural y los nuevos soportes tecnológicos".
2. La cultura por la web contribuye efectivamente a una "democratización la misma?
Aunque sea bochornoso, hay que explicar lo que parece ser obvio: la importancia de la cultura antes y después de pandemia: A) Es deseable que todas las personas sean más libres, que desarrollen su conciencia individual, social e histórica, que ejerzan su autonomía y responsabilidad, que cultiven su inteligencia, la sensibilidad de sus cinco sentidos y el uso creador de todas sus facultades intelectuales, emotivas y corporales. B) Nadie puede vivir al margen de la cultura, pero millones viven en borde. Esto es algo por lo que se debe actuar. C) Lo óptimo sería que el acceso a la cultura estuviera al alcance de todos, sin necesidad de fomento cultural. Pero para ello se requiere generar unas circunstancias favorables, organización y recursos. Todo ello requiere dinero[2].
La pandemia ha privado de ingresos a muchas instituciones culturales, sobre todo a aquellas que se mantenían principalmente gracias a las visitaciones, lo cual probablemente implique dificultades al momento de su reapertura en el "día después". Lo mismo puede decirse de los sitios patrimoniales, que enfrentan dificultades económicas y sanitarias para continuar sus labores de acopio, preservación y exhibición.
Finalmente, por el lado de la recepción, el público se ha visto privado de acceso a los bienes y servicios culturales, lo que ciertamente afecta más a las personas asiduas y "omnívoras" culturales.
Hay una suerte de paradoja en esto, ya que por la cuarentena algunas personas disponen de más tiempo (obviamente, esto tiene muchos matices y no es generalizable) y quizás cierta apetencia cultural incrementada, pero a la vez enfrenta a restricciones para participar en actividades artísticas presenciales, lo que ha implicado que migren o concentren su consumo cultural a lo que estuviera disponible en la red.
La "virtualización" de las artes y la cultura es un fenómeno complejo, cuyo alcance aún está por verse.
Ciertamente, por las propias características de la red, la circulación se amplia e internacionaliza, como en su momento ocurrió con la radio, por ejemplo, aunque en una escala y con una densidad mucho mayor.
Desde una perspectiva "integrada" (refiero aquí al famoso libro de Umberto Eco), eso puede ponderarse como un paso en la "democratización" de la cultura, en términos de la ampliación de públicos que potencialmente pueden acceder. Sin embargo, desde una perspectiva "apocalíptica", habría que atenuar ese optimismo, debido tanto a cuestiones de conectividad (estamos lejos de la conectividad y acceso global), como a la disponibilidad de capital cultural de ese público (por ejemplo, las barreras lingüísticas).
Lo que si ha demostrado esta crisis, es que las políticas de "democratización de la cultura" han sido un completo fracaso. "Ni el paradigma de la "democratización cultural" ni el posterior de la "democracia cultural" han tenido en Europa, por ejemplo, suficiente capacidad transformadora de la realidad social. Ni se ha democratizado de manera significativa el acceso a la cultura, ni la ciudadanía europea tienen el más mínimo control sobre los referentes simbólicos que orientan sus emociones, que dirigen sus valores y que protagonizan sus intercambios expresivos y comunicativos. La política cultural hoy en Europa es, quizás, la política pública no solo más ineficiente e ineficaz, sino también la que tiene menos efectos redistributivos. Los sesgos de selección en la oferta y en la demanda, en los modelos de gestión y financiación, siguen operando de manera inexorable y a nadie parece importarle demasiado"[3].
Por otro lado, tampoco todos los creadores disponen de los mismos recursos técnicos y económicos para virtualizar su producción, así como tampoco todas las artes son virtualizables o requieren un periodo de ajuste a los nuevos medios, así como a los nuevos públicos y a las nuevas formas de recepción-
3. Qué rol juega el sector cultural para el desarrollo de la economía de nuestros países, cuál es aquella que llaman "economía naranja".
Por "economía naranja" se entiende aquel conjunto de actividades que de manera encadenada permiten que las ideas se transformen en bienes y servicios culturales cuyo valor esta determinado por su contenido de propiedad intelectual. Se suele incluir en ella a las actividades artísticas tradicionales, además de aquellas actividades relativas a la construcción de un patrimonio cultural y su transmisión. Entre ellas, las artes visuales, las artes escénicas, el turismo y la educación artística y cultural .
La economía de la cultura en Chile genera importantes recursos económicos, rentas y empleo, y es esencial en la regeneración urbana y el desarrollo local y regional.
Hablamos de la cultura como suma de las industrias culturales (libro, disco, cine), las artes escénicas (música, teatro, danza) y el patrimonio histórico.
Hoy un 2,2 % del PIB de nuestro país nace del sector cultural, porcentaje equivalente a casi 3 mil millones de pesos, cifra que es mayor al crecimiento del país en su totalidad y que aún tiene un potencial aumento si tomamos en cuenta el desarrollo de nuevas tecnologías que se supone debieran contribuir al acceso y a la producción cultural en términos globales. Cerca de medio millón de personas en Chile trabajan en el ámbito cultural.
Ellos representan un 6,7% total de los trabajadores del país, aunque aún con una tasa alta de informalidad y sin contrato alguno, deficiencia que debiera ser abordada en el futuro.
Se trata de oficios serios que en la mayoría son la fuente de sustento de familias y no de meros hobbies o pasatiempos.
La medición, que incluyó los sectores Artes Visuales, Artesanía y Patrimonio, Artes escénicas, Música, Artes literarias, libros y prensa, Medios audiovisuales e informáticos, Arquitectura, diseño, publicidad y servicios creativos, Educación en campos creativos; determinó que las ventas del sector cultural llegaron en 2014 a 317.490.506 UF, lo que correspondió a un 1,5% de las ventas totales del país.
1. Que rol juega el sistema universitario futuro en relación al desarrollo de las artes.
El sector cultural tiene que empezar a "tomar conciencia" de las aportaciones que puede hacer al cambio de modelo productivo y formular propuestas con las que conseguir cambios "a largo plazo".
La Universidad tiene la oportunidad para abrir espacios interdiciplinarios para el estudio de las políticas culturales y el aporte del sector cultural a la economía. Un aspecto muy desatendido en el medio académico local.
Hay que aumentar la productividad del sistema económico para ello la Cultura es clave.
Por ello se debe incrementar la dimensión de nuestros sectores culturales y creativos. Esto sería un avance en la productividad del sistema económico, y por tanto un cambio en el modelo productivo muy importante.
Debemos promover iniciativas de un compromiso político para impulsar medidas que permitan duplicar el empleo en el sector en los próximos cinco años.
"Si desde la Cultura se empieza a tomar conciencia de su importancia para el modelo productivo, se puede pensar en generar cambios a largo plazo e implicar a los agentes locales y la administración para que trabajen para generar ese futuro"[1].
El arte y la cultura nos ofrecen herramientas para sobrellevar el confinamiento en el que estamos inmersos, proveyendo entretenimiento educativo y creativo. Ayuda a descargar tensiones, a hacer catarsis emocional y en la labor de duelo que probablemente tendremos que realizar a nivel individual, familiar y comunitario.
También puede alimentar nuestra imaginación y empatía para explorar nuevas formas de estar y hacer, individuales o colectivas, para enfrentar los múltiples desafíos que nos plantea esta crisis, así como lo que vendrá en el "día después"[2].
Al comienzo del Decamerón, Giovanni Boccaccio, ese maestro de humanismo que fue testigo de la desolación que en su tiempo provocó la "peste negra", explicaba que el origen de su obra fue "el doloroso recuerdo de aquella pestífera mortandad, universalmente funesta y digna de llanto para todos los que la vivieron".
Sin embargo, el mismo nos recomienda "así como el final de la alegría suele ser el dolor, las miserias se terminan con el gozo que las sigue".
[1] https://www.elfaradio.com/2020/07/01/el-sector-cultural-debe-ser-consciente-de-su-importancia-en-la-mejora-del-modelo-productivo/?utm_source=share_buttons&utm_medium=social_media&utm_campaign=social_share
[2] http://www.facso.uchile.cl/noticias/163375/coronavirus-y-sus-repercusiones-en-las-manifestaciones-culturales
[1] Rey, G. (2020, 29 de abril de 2020). Expresiones culturales en tiempos de confinamiento, Reportaje. El Tiempo. Retrieved from https://www.eltiempo.com/cultura/arte-y-teatro/asi-se-reinventa-el-sector-cultural-en-medio-de-la-pandemia-490290
[2] Adaptado de Zaid, G. (2013). Dinero para la cultura P. R. H. Grupo (Ed.) (pp. 355
[3] Rausell, P., Gómez de la Iglesia, R., & Pastor Bustamante, J. (2020, 27 de julio de 2020). La revolución de la cosmética. Una misión para la política cultural y el fomento de la creatividad en España, Comentario. El Diario. Retrieved from https://www.eldiario.es/opinion/tribuna-abierta/revolucion-cosmetica-mision-politica-cultural-fomento-creatividad-espana_129_6126637.html
[1] Cfr. https://www.eltiempo.com/cultura/musica-y-libros/la-cultura-necesita-democratizarse-y-el-publico-pagar-lo-que-esta-vale-496968
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