Esta semana fue una que no podré olvidar jamás aunque quiera.
Mi compañía despidió un total de 600 empleados y fui una de ellas. Yo también fui una de los únicos 2 a quienes les ofrecieron un nuevo empleo. Un mejor empleo.
El proceso de la semana fue bien fuerte. El ver a mi compañero tener que salir de la oficina fue triste. La presión de la incertidumbre en lo que me confirmaban mi paradero y el tener que ver a otros preocupados por mi fue difícil. Mientras tanto, me tocó reconocer muchas cosas.
Primero me toco reconocer que Papito Dios - Jehova, Jesucristo, Cristo, o como le quieran llamar los cristianos como yo que creen en el Mesías - me tiene bendecida. Yo no soy una persona religiosa, pero si cristiana. Después de ser criada en un ambiente que pasaba la raya del fanatismo, tengo mi propia forma de adorar a quien he decidido que sea mi Salvador. Todos tienen el derecho de creer en lo que quieran. Yo no hostigo a nadie. Yo no impongo mi creencia y jamás rechazaría a alguien con otras creencias, siempre y cuando también respete las mías. Yo me sentí bendecida. El mundo entero está en crisis, y yo tengo una nueva posición, posiblemente un mejor sueldo y para acabar de poner la cherry en el tope del "sunday", tengo un descuento de $100 en mi renta. Que maravilla! Estoy feliz!
Esta semana me tocó reconocer también quiénes están a mi favor. Esto quiere decir más que nada, quién es sólo compañero de trabajo y quién es amigo. El sentir montones de gente mirándote raro porque reconocen tu dolor ante la situación, pero no hacen nada, fue triste. Ver los pocos que se me pararon al frente a ofrecer ayuda me rompió el corazón. Me hicieron feliz. Me consolaron. Mis estudiantes se revelaron, me enseñaron lo importante que soy para su desarrollo. Me hicieron amar más lo que hago y lo que soy. Me hicieron sonreír.
Una semana que empece corriendo y sufriendo, la terminé celebrando y creciendo como persona.
Seguiremos informando...
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